Estimad@s tod@s,
La fecha de mi vuelta se acerca (se acaba la tranquilidad para algun@s, jeje) y la verdad es que, como suele pasar en estos casos, cada vez me encuentro más a gusto en este impredecible país, y no solo porque el tiempo sea cada vez mejor (se nota la Primavera), así como el idioma y el conocimiento del país, sino sobre todo porque hago nuevos amigos cada día y porque afianzo las amistades establecidas. Que importante es la amistad, siempre lo he dicho y siempre lo diré, un buen amigo o amiga es algo que siempre está ahí, que no caduca, no perece. Además, es la mejor forma de conocer realidades, no solo personales sino también culturales, comportándose, en el caso de las personas extranjeras, como auténticos escaparates de todo lo relacionado con sus países de origen: política, comida, historia, Medio Ambiente, costumbres… Y es que, en este país, también conocido por mi como Naciones Unidas, confluyen gentes de todos los países del mundo en una casi perfecta armonía (muchos países tendrían que aprender de esta tolerancia y convivencia). De esta manera, ahora tengo amigos repartidos por todo el planeta: Méjico, Brasil, Argentina, Urugay, Chile, prácticamente todos los países de Europa, China, Rusia, Jordania, Irak (sí, conocí un profesor Irakí que se encuentra haciendo unas cosas en Nueva Zelanda en su año sabático. Me quedé con las ganas de conocer de primera mano como es el trabajo de un profesor universitario en un país como Irak ya que no lo he visto mucho), Malasia, Singapur, Australia… la verdad es que esta es la parte que más me llena de todo lo que voy conociendo aquí, dando como resultado un coctel casi perfecto de trabajo, viaje, conocimiento general y amistades.
Estas dos últimas semanas he vivido en la Garden City (Christchurch, o ChCh). Esta ciudad es la más importante de la Isla Sur (300.000 habs, más o menos) y segunda de Nueva Zelanda. Se encuentra enclavada en el inicio de una península que un volcán se encargó de crear, cuyo centro está presidido por la preciosa ciudad de Akaroa, a la cual tuve la oportunidad de acudir la semana pasada, coincidiendo con el Festival Francés. Este festival que se celebra cada año, conmemora la llegada de la primera expedición extranjera a estas tierras, se trataba de marineros franceses y alemanes. De hecho, las calles no son Streets, son Rues y se puede leer las bonitas palabras de Boulangerie o Brasserie, que tantos buenos recuerdos traen a mi mente, dando como resultado un pueblo kiwi pero con un descarado aire francés, apasionante. Me lo pase de escándalo, comiendo crêpes, asistiendo a carreras de caracoles y de camareros así como escuchando a algunas bandas presididas por ese instrumento que directamente relaciono con Francia como es el acordeón. Volviendo a ChCh, la verdad es que es una ciudad bonita (cosa que escasea en NZ, donde lo bonito no está dentro sino fuera de las urbes), muy organizada, con un aire artesanal, con muchos estudiantes y con un ambiente que ya quisieran muchas ciudades para ellas. Mi corta estancia me ha servido, entre otras cosas, para comprobar que la gente del Sur es mucho más abierta y dicharachera que la habitante en la Isla Norte. El indicador utilizado ha sido el número de veces que he salido de juerga con los compañeros de trabajo, un total de 3 en dos semanas, por 0 en Wellington. No quiero decir con esto que las personas sean mejores ni peores, solo diferentes. Gente como la de aquí, en mi trabajo de Wellington, son contadas, aparte de mi adorable jefe del cual solo puedo tener buenas palabras, uno de sus últimos actos fue invitarme a su casa a cenar, previo paseo por una de las zonas donde se rodó El Señor de los Anillos, así como regalarme 6 botellas de mi favorita KiwiCerveza. Hablando de cervezas, el viernes estuve en Dux de Lux, en Christchurch, mejor bar de Nueva Zelanda dicen los entendidos. Bueno, después de haber estado, lo confirmo, hasta me aventuraría a decir que es uno de los mejores del mundo, al menos, en los que yo haya estado. Había un ambiente espectacular (habían como 100 personas en la terraza cuando llegué a pesar de no ser una noche especialmente cálida) y la comida estaba de muerte, pero no es eso por lo que destaca, lo hace por la cerveza. La cerveza la hacen ellos, y tienen 6 tipos¡, de barril, cada cual mejor¡ especialmente una de ginsen que estaba sencillamente espectacular. Han sido dos semanas de trabajo intenso en la Universidad de Lincoln, donde no he parado un solo segundo de aprender, y donde todo el mundo me ha tratado fenomenal, empezando por la persona que me enseñó todo, Lynne. Que mujer más encantadora, me he sentido como en casa con ella ya que me hizo un hueco en su despacho, dejaba siempre su ordenador encendido para que yo mirara Internet, me ha ayudado mucho con los análisis, me ha llevado al campo, de hecho he realizado trabajo de campo con ella, me invitó a comer… Durante este tiempo, he vivido en la misma Universidad, en casas para estancias cortas (pero no de las de quita y pon de la Universidad de Elche), una casa para mí solo, con dos plantas, con forma de barraca, con jardín con césped delante, y con vistas a un inmenso pasto, como no, de ovejas con las cumbres nevadas de los Kiwi Alpes al fondo… en definitiva, ¿qué mas se puede pedir? Creo que nada más, si lo hubiera intentado imaginar, el mejor de los sueños se acercaría bastante a lo real. Como colofón, el sábado me alquilé un coche y me fui a la montaña, pasando de la costa Este a la costa Oeste. Mis palabras para definir lo vivido serían parecidas a las utilizadas en la versión anterior de este “Elegante”, por ello no me voy a repetir, pero si diré que por un momento llegué a pensar que aquello no era cierto, que estaba soñando, vigilia causada por una sobredosis de estímulos: cumbres nevadas, glaciares, rios, vegetación exuberante pero también discreta, carreteras que miraban al cielo, loros enormes, conejos, pastos con todo tipo de animales, lagos… la única lástima es que estaba nublado, pero me vuelvo a quedar con ese momento cuando me acerco a la costa y de repente, como por arte de magia, se abre el cielo, el sol brilla con fuerza y vuelve a aparecer ante mis ojos el océano Pacífico. Por cierto, en este viaje, en el cual iba solo, conocí a tres chicos sudamericanos (Chile, Argentina y Uruguay). El caso es que vi un coche parado y tres chicos intentando solventar un problema, paré y me comentaron el tema. A todo esto no había cobertura, y los pueblos escasean en esa zona de montaña (Arthur’s Pass), por lo que realmente necesitas la ayuda de alguien que pare. Recorrimos cerca de dos horas (tiempo durante el cual repasamos el pasado, presente y futuro de Sudamérica y de España) hasta llegar a un pueblo costero y poder comprar una batería (la antigua sencillamente falleció). Volvimos y conseguimos solventar el problema y de paso conocer a tres auténticos fenómenos a los cuales tendré la oportunidad de volver a ver cuando venga al Sur de nuevo de vacaciones, y quien sabe si en Sudamérica cuando por fin vaya, pues es uno de mis sueños.
En fin, ya estoy de vuelta en Wellington, el tiempo ha pasado y no me he dado cuenta, y ya estoy casi acabando, ya que salgo el 10 de Noviembre, dos días después de las elecciones, donde la actual Primera Ministra, Helen Clark (Labour), creo que va a tener que ceder su puesto a John Key (National). El lunes de la semana próxima, viene un buen amigo de España y nos embarcamos de nuevo en el Interislander, para cruzar el charco, con la intención de explorar cada rincón de la Isla Sur. Serán 9 días, que se me antojan cortos, ante lo mucho que ofrece la Isla Sur, tengo tantas cosas en mente que creo que no podremos completarlas todas, aunque se intentará. Entre ellas está la visita a una bodega de vinos biodinámicos (es una especie de agricultura ecológica que fundamenta su base en los ciclos lunares) donde trabaja una amiga holandesa, probar varias actividades como son el Zorbing (tirarnos rodando ladera abajo en una bola), montar en globo o puenting, ir a Fiordland (cuna del que dicen, es el sitio más espectacular de Nueva Zelanda, llamado Milford Sound), visitar zonas de la Isla Sur donde se rodó el Señor de los Anillos, Parque Nacional de Abel Tasman, comer mejillones en Havelock, visitar la Universitaria ciudad de Dunedin así como su fábrica de cerveza, bucear con delfines y ver ballenas y pingüinos en Kaikoura, ver el glaciar de Frank Josef, visitar el techo de NZ (Mountain Cook, 3754m) y un largo etcétera de posibilidades que este apasionante país ofrece al curioso visitor. Termino de esta manera mi “Elegante” emplazando a vosotros, lectores, a la última versión del mismo donde contaré lo vivido en este apasionante viaje así como mis reflexiones sobre esta mi estancia, la que ya califico de antemano como incalificable.
Ser felices, Martín.