lunes, 23 de diciembre de 2013

Volando voy, volando vengo

Aeropuerto de Dubai, noche cerrada, veo luces adivinando aviones, aviones que acercan culturas... me siento como lo que somos,  granos en inmensos desiertos de arena, minúsculas partes de ese gigantesco puzle que se llama mundo. Observo señoras con pañuelos, señores con barba y turbante, jóvenes rubios con aspecto surfero y chanclas… todos confluimos en los aeropuertos, desconocidos la mayoría, humanos todos. Escucho diversos idiomas, observo distintos colores de piel… rasgos inequívocos de diversidad humana.
El por qué de mi paso por aquí se entiende por mi residencia habitual (Australia) y por el hecho de que he hecho una visita (fugaz, eso sí) a mi lugar de origen, que no es otro que Yecla. Rostros conocidos ataviados con vistosas orejas me esperaban tras la puerta que separa los aeropuertos de los países. Un año hacía que no les veía, pero para mí el tiempo parecía no haber transcurrido. La sintonía con los que quieres y te quieren se establece desde el principio y da igual que el tiempo pase, siempre está ahí. Mi pueblo estaba engalanado con sus fiestas patrias. No es que sean santo de mi devoción pero ese aire festivo de las fiestas locales de los pueblos españoles siempre es sinónimo de alegría, relajación, y de compartir cosas.  Tras mi primera vigilia, y aun fuera de sitio tras recorrerme el mundo, un hecho inequívoco me recordó inmediatamente donde me encontraba: 8:00 am, la banda de música de turno estaba entonando el himno de España, en seguida adiviné lo que pasaba y donde me encontraba. Fueron 5 días los que pasé en mi pueblo, del todo insuficientes para dar y compartir todo lo que hubiera deseado. Sin embargo, fueron al mismo tiempo más que suficientes para recibir el calor de aquellos que me quieren y para, de la misma manera, devolverles ese afecto recibido. Es curioso lo cómodo que uno se puede encontrar en su tierra por más que viva la mayor parte del año fuera de ella. Creo que podría recorrer sus calles, mercados, visitar sus bares, etc., con los ojos cerrados. De hecho, lo hago a menudo en mis pensamientos.
Aprovecho esta azotea para mirar desde ella y agradeceos a todos aquellos que habéis hecho posible que mi estancia haya sido, como siempre, inolvidable. Mi vuelo a Australia espera, allí me aguarda mi querida Sabela, a la cual venero y anhelo ver. Australia me está dando mucho y me ha hecho crecer como persona. Serán sus paisajes, sus gentes, su mezcla de culturas… el caso es que tiene algo especial, algo que yo llamo “magia”.
Un beso,

Martín.