sábado, 8 de noviembre de 2008

EL SUEÑO SE ACABA

El tiempo pasa y no espera a nadie, parece que fue ayer cuando junte unas cuantas, como diría Kiko Veneno, personal belongings en una maleta de sueños destino nuestras antípodas. Así fue, Welli me recibió, como no, con un contundente viento y una fina lluvia, allí estaba mi adorable jefe Tom, cobijado bajo su enorme paraguas, él fue la primera persona con la que hablé en estas Islas y del mismo modo prácticamente será la última. En algo más de 24 horas de vuelo y tras varias escalas pasé de los casi 40 grados de nuestra capital a los escasos 7 de su homónima neozelandesa, ahora se invierten los papeles, saldré con unos 20 y espero los mismos 7 con los que llegué aquí. Agosto se pasó un poco más despacio debido a mi pequeño círculo de amistades y a que el tiempo no acompañaba a hacer muchas actividades destechadas. Todo lo contrario que Septiembre, Octubre y lo que llevamos de Noviembre, los cuales se han pasado en un cerrar y abrir de ojos.
De Nueva Zelanda me llevo una impresión bastante positiva, ya que parece que el plato de la balanza de las cosas buenas pesa más que el de las cosas malas. Impresión en la que también influye el carácter efímero de mi estancia, la cual hace más difícil apreciar lo negativo, ya que son aspectos que se notan más en el largo plazo. Uno de los puntos débiles de este país es, sin duda, su marcada vocación consumista y derrochadora. El impacto de un neozelandés medio es mucho mayor que el de un español y se acercaría al de un habitante de los EEUU, me refiero al uso del coche, consumo eléctrico y de agua, generación de residuos, etc. Muy ligado a esto, está esa falsa impresión (desde mi punto de vista) de que aquí todo el mundo respeta al Medio Ambiente o es ecologista. Es cierto que esa es la imagen que quieren vender y que de hecho venden (ya que el Medio Ambiente hoy en día es una herramienta de marketing), en consonancia con su pasado antinuclear y con su vasto y exuberante Medio Ambiente, pero está claro que ese Medio Ambiente ya venía de serie y si se mantiene más o menos en buenas condiciones no es debido a su excelente gestión sino a la poca presión que 4 millones de personas ejercen. Además de esto y como bien le dijeron una vez a un amigo “no se puede vivir siempre de las rentas”. La comida es otro punto muy negativo, ya que hay un claro predominio de las carnes rojas, pasteles y grasas relegando a frutas y verduras a un segundo plano. Su gastronomía está muy influenciada por el exterior y no quiero decir con esto que sea malo coger influencias de otros, lo que está mal es coger influencias desacertadas. No hay más que ir a un supermercado y comparar el precio de un filete de ternera con el de la verdura y la fruta. Sorprendentemente, y a pesar de ser una Isla, el pescado juega un papel totalmente secundario en la dieta de los kiwis, consumiéndolo principalmente en forma de su ¿plato estrella? Fish and Chips. Esta realidad la comprobé cuando pregunté cual es el plato típico de aquí, tras una profunda reflexión, concluyeron que las barbacoas, Fish and Chips, pasteles de carne y sándwiches de patatas fritas, ver para creer. La burbuja en la que viven, otras veces comentada, también me preocupa, ya que para esta gente (en general siempre) solo parece importar lo que pasa en EEUU así como Inglaterra (sobre todo), Francia y Alemania, de hecho, para ellos Europa parece solo estar compuesta por estos tres últimos países. Solo los que han viajado o tienen la intención de, conocen un poco a países como el nuestro, su cultura, costumbres, etc. Otros aun siguen pensando que Sudamérica es España. De esta forma, mucha de esta gente se ve muy sorprendida, casi traumatizada cuando viven en primera persona o simplemente escuchan realidades de otros países. Una vez comentados los aspectos negativos, paso a comentar los positivos, los cuales convierten a este país en uno de los mejores lugares del mundo para vivir, de hecho no he conocido a nadie que me halla dicho que no le gustaría hacerlo. Hablemos del clima en primer lugar. Quitando los ventosos días de sitios como Welli (cosa normal cuando te encuentras en pleno estrecho, sino que se lo pregunten a los habitantes de Tarifa) la climatología es bastante benévola, teniendo veranos e inviernos bastante suaves en general. También en general, la gente es muy amable, hospitalaria y solidaria, siempre intentando ayudar e interesándose por tu experiencia aquí. Por otra parte, la gente es muy respetuosa con las creencias, intereses, hasta incluso forma de vestir de los demás. Aquí ya puedes salir en pijama y pantuflas a la calle que nadie te va a mirar por ello ya que si lo haces es porque te gusta y estas a gusto con eso, por lo que nadie te lo va a calificar. Calificar, esa es la palabra, nadie te califica o te ubica sin conocerte, aspecto que puede ser un arma de doble filo. Es bueno porque las primeras impresiones no suelen ser acertadas y hay que conocer a una persona para saber realmente cómo es, pero al mismo tiempo malo ya que esta gente necesita mucho tiempo para considerar a una persona como un amigo y hay veces, que ese tiempo es tan largo que fallan en el intento. Otro aspecto sin duda positivo es la absoluta tranquilidad con la que aquí se vive, aquí nunca pasa nada y es algo que ya he comentado en anteriores ocasiones, los periódicos deben tener auténticas dificultades para sacar noticias, al menos de las que estamos acostumbrados a leer en los mismos y que tristemente son las que interesan a la gente. Pienso que si no el que más, estamos ante uno de los países más tranquilos y seguros del mundos donde muchas casas están abiertas, puedes dejarte tus cosas en bares sin miedo a que nadie te las robe, etc. También me gusta el mestizaje de esta sociedad, donde las distintas nacionalidades encajan perfectamente y no se percibe una discriminación clara sobre alguna de ellas. Está claro que por ejemplo en el caso Maorí, estos ocupan generalmente peores puestos y tienen una peor educación que los pakehas (europeos) quedando muy lejos ese supuesto estado bicultural que el gobierno quiere transmitirnos, pero su situación es claramente mejor que la de los aborígenes australianos. Finalmente, otro aspecto positivo es su forma de ver la vida, sobre todo de vivirla. En general, no he encontrado a gente estresada y gran parte de la culpa la tiene lo claro que tienen el concepto de trabajo y de vida social. Los horarios se cumplen a rajatabla, trabajando unas 7 horas diarias, permitiendo de esa forma conciliar la vida laboral con la familiar y con sus aficiones, aspectos estos claves en el bienestar de una persona que a menudo se olvidan en España.
Una vez plasmadas en este discurso mis impresiones sobre el país, me gustaría acercaros un pedacito del que pienso ha sido el mejor viaje de mi vida recorriendo la Isla Sur. Esta Isla Sur esta compuesta por una serie de regiones a modo de piezas de un puzzle las cuales no solo responden a unos límites políticos. Cada pieza tiene un marcado carácter paisajístico y climático, los cuales influencian irreversiblemente también el tipo de gente. Estos contrastes creo que han sido los que me han cautivado, ya que es muy difícil en tan solo 8 días ver Ecosistemas tan diversos y conocer a gente tan distinta. El viaje comenzó en el mismo Wellington ya que coger el ferry para pasar a la Isla Sur cruzando el estrecho de Cook es todo un espectáculo. El primer pueblo que te encuentras en la Isla Sur es el pequeño Picton, pueblo dedicado a los servicios derivados de ser la puerta de entrada de la Isla Sur. De ahí nos dirigimos hacia el oeste, siguiendo la línea de costa hasta llegar a las paradisíacas playas del Parque Nacional de Abel Tasman. De este paraíso norteño, con clima mediterráneo, pasamos a la costa Oeste, donde la belleza de las playas y sus formaciones asociadas compite en espectacularidad con las zonas de montaña donde sin duda sobresalen los glaciares. Esta es una región donde las lluvias sobrepasan en algunos casos los 4000 litros/m2 anuales, dando como resultado una vegetación persistente y exuberante, infinidad de lagos, cascadas… de la costa Oeste y siguiendo nuestro viaje en dirección Polo Sur, pasamos por zonas del rodaje del Señor de los Anillos sitadas entre Wanaka y Queenstown para dormir en esta última ciudad, capital de los deportes de riesgo de Nueva Zelanda. Entre la amplia variedad nos decidimos por tirarnos en paracaídas desde 9000 pies (si bien tengo que decir que reservamos un viaje en helicóptero a los glaciares pero se suspendió por el mal tiempo), las sensaciones y las vistas son indescriptibles. De Queenstown fuimos a otro mundo, creo que el lugar más inhóspito que he visitado en mi vida, Fiordland, cuna del famoso Milford Sound. La verdad es que tuvimos suerte ya que estuvimos en uno de los aproximadamente 50 días al año que no llueve allí, dando un paseo en barco por uno de los fiordos hasta salir al Mar de Tasmania. Allí tuvimos la oportunidad, entre otras cosas, de ver un par de pingüinos minúsculos, así como una impresionante puesta de sol. Dejando este impresionante lugar, cruzamos de nuevo el país, esta vez de Oeste a Este adentrándonos en la sureña región de Otago, la cual (en su zona central) recuerda a esa árida Tejas con ranchos, vaqueros y rodeos, para llegar a una ciudad con un auténtico aire escocés como es Dunedin. Sin separarnos mucho de la costa y conduciendo dirección Norte atravesando la región de Canterbury, llegamos a uno de los últimos puntos de nuestro viaje, Hanmer Spring, lugar donde la actividad geotérmica es bastante evidente, tomando un agradable baño al aire libre en un impresionante complejo de piscinas termales a distintas temperaturas. La última parada antes de llegar de nuevo a Picton fue Kaikoura, lugar donde tuvimos la oportunidad de observar leones marinos y focas, quedando nuestra intención de nadar con ballenas en eso, intención, puesto que las condiciones marítimas no eran las idóneas.
Bueno, espero no haberos aburrido mucho con mis historias durante estos tres meses, las cuales he intentado transmitir de la mejor forma que he podido, más bien que he sabido. El mero hecho de abrir mi blog invirtiendo aunque sea un minuto en ver las cuatro fotos que he colgado, significa mucho para mí. Como dije antes, este blog informal echa el cierre momentáneo a la espera de tener otra oportunidad de contar nuevas historias, sinónimo de que estoy en algún punto del planeta intentando hacer lo que más me gusta en esta vida que es conocer. En fin, rodeado por estas 4 paredes que han sido mi hogar durante algo más de 3 intensos meses y teniendo como testigo al puerto de Wellington que se divisa a través de una gran ventana, me despido envuelto en una mezcla de tristeza por dejar esta tierra que he aprendido a querer, y de alegría por volver a mi España natal y ver de nuevo a la gente que quiero ya que por muy bien que estés en un sitio siempre faltará, como diría Andrés Calamaro, lo más importante
Martín.

Canterbury y Otago
















Canterbury y Fiordland
















Fiordland y Queenstown
















West Coast
















West Coast y PN Abel Tasman
















Estrecho de Cook Y PN Abel Tasman