Sinceramente, creo que aquellos documentales que todos hemos
visto acerca de Australia, de sus paisajes, sus playas, sus montañas… se quedan
cortos. Es curioso puesto que en otros casos muestran más de lo que realmente
hay. En el caso de Australia, además de la belleza intrínseca de este lugar, se
le une un halo que tildaría de mágico. A esto se le unen sonidos, cambios de
temperatura, de luces, en definitiva, cosas que se sienten solo al estar allí.
Esa es la sensación que me dejan los últimos viajes realizados a propósito de
la visita de Alba, la hermana de Sabela. En concreto visitamos la selva
Daintree y Cairns (donde vive la gran barrera de Coral) así como los dos sitios
más emblemáticos del estado donde vivo, South Australia: Kangaroo Island y Flinders
Rangers.
Estamos ante sitios con personalidad, únicos, irrepetibles. Los
contrastes son tremendos pues pasamos de una selva tropical cerrada (donde, a
veces, no se ve el cielo), la cual caracteriza al Daintree National Park, donde
el agua rebosa, a un espacio árido y polvoriento, como son los Flinders Ranges,
pasando por Kangaroo Island donde las singularidades de una isla son más que
evidentes. Lo que es común a todos estos lugares (aparte de su belleza) es la
abundante fauna que en ellos habita. En estos lugares tienen cobijo cocodrilos,
cassowaries (relíctico animal de aspecto similar a un avestruz), canguros
(cientos), focas, leones marinos, wallabies, camellos, lagartos, serpientes,
conejos, águilas (las más grandes que nunca he visto), pájaros de todos los
colores, mariposas gigantes, emus (primo hermano, de nuevo, del avestruz), peces
representando toda la gama de colores (gran barrera de coral), tiburones (pero
pequeños y vegetarianos; en Kangaroo Island los hay bien grandes, pero esos no
los vimos), todo tipo de aves marinas, equidnas, platypus, gansos, caballos,
vacas, ovejas, corderos…
La lista continua, de ahí la singularidad de este país. Lo
bueno no es saber que existen sino verlos en su ambiente. Cuando los veo me
siento parte del ecosistema y eso me hace sentirme feliz y realizado. Ellos me
miran y yo les miro y casi siguen a lo suyo, que es vivir. Ellos no tienen
maldad, solo pretenden tener su espacio vital. Las sensaciones que uno siente
cuando cae la tarde y ves cientos de canguros pastando en la media montaña de
los Flinders Rangers es indescriptible. Sensaciones parecidas te produce el
hecho de ver un águila que puede llegar a medir tres metros extendida,
consumiendo un canguro o un emu muerto en un lado de la carretera. Buscamos
cocodrilos en el Daintree River y encontramos uno minúsuculo apostado en la
orilla. En nuestro viaje al Daintree no no encontré con el Cassowary, si bien
me hubiese encantado. Allí mismo estuvimos siguiendo a una mariposa gigante y
azul, la cual nos parecía indicar un camino que no entendimos. También seguimos
a una tortuga marina en nuestro buceo por la gran barrera de coral, su aleteo
fue majestuoso. Aun me froto los ojos cuando llegamos al Admirals Arch, especie
de ventana al mar, y encontramos cientos de focas y leones marinos apostados en
la rocosa costa. La estampa de una foquita recién nacida tomando leche de su
madre creo que nunca se nos olvidará. Tampoco olvidaremos cuando tuvimos que
parar el coche pues varios Emus estaban cruzando la carretera (varias veces lo tuvimos
que hacer ante el incesante tráfico de canguros).
Me he centrado en la fauna en este escrito por lo novedoso
que es para mí ver tantos animales en su hábitat natural. Si bien, también lo
podría haber hecho en la fauna, geología, relieves… lo dejaré para otra ocasión.