viernes, 6 de septiembre de 2013

Australia: el paraíso animal

Sinceramente, creo que aquellos documentales que todos hemos visto acerca de Australia, de sus paisajes, sus playas, sus montañas… se quedan cortos. Es curioso puesto que en otros casos muestran más de lo que realmente hay. En el caso de Australia, además de la belleza intrínseca de este lugar, se le une un halo que tildaría de mágico. A esto se le unen sonidos, cambios de temperatura, de luces, en definitiva, cosas que se sienten solo al estar allí. Esa es la sensación que me dejan los últimos viajes realizados a propósito de la visita de Alba, la hermana de Sabela. En concreto visitamos la selva Daintree y Cairns (donde vive la gran barrera de Coral) así como los dos sitios más emblemáticos del estado donde vivo, South Australia: Kangaroo Island y Flinders Rangers.
Estamos ante sitios con personalidad, únicos, irrepetibles. Los contrastes son tremendos pues pasamos de una selva tropical cerrada (donde, a veces, no se ve el cielo), la cual caracteriza al Daintree National Park, donde el agua rebosa, a un espacio árido y polvoriento, como son los Flinders Ranges, pasando por Kangaroo Island donde las singularidades de una isla son más que evidentes. Lo que es común a todos estos lugares (aparte de su belleza) es la abundante fauna que en ellos habita. En estos lugares tienen cobijo cocodrilos, cassowaries (relíctico animal de aspecto similar a un avestruz), canguros (cientos), focas, leones marinos, wallabies, camellos, lagartos, serpientes, conejos, águilas (las más grandes que nunca he visto), pájaros de todos los colores, mariposas gigantes, emus (primo hermano, de nuevo, del avestruz), peces representando toda la gama de colores (gran barrera de coral), tiburones (pero pequeños y vegetarianos; en Kangaroo Island los hay bien grandes, pero esos no los vimos), todo tipo de aves marinas, equidnas, platypus, gansos, caballos, vacas, ovejas, corderos…
La lista continua, de ahí la singularidad de este país. Lo bueno no es saber que existen sino verlos en su ambiente. Cuando los veo me siento parte del ecosistema y eso me hace sentirme feliz y realizado. Ellos me miran y yo les miro y casi siguen a lo suyo, que es vivir. Ellos no tienen maldad, solo pretenden tener su espacio vital. Las sensaciones que uno siente cuando cae la tarde y ves cientos de canguros pastando en la media montaña de los Flinders Rangers es indescriptible. Sensaciones parecidas te produce el hecho de ver un águila que puede llegar a medir tres metros extendida, consumiendo un canguro o un emu muerto en un lado de la carretera. Buscamos cocodrilos en el Daintree River y encontramos uno minúsuculo apostado en la orilla. En nuestro viaje al Daintree no no encontré con el Cassowary, si bien me hubiese encantado. Allí mismo estuvimos siguiendo a una mariposa gigante y azul, la cual nos parecía indicar un camino que no entendimos. También seguimos a una tortuga marina en nuestro buceo por la gran barrera de coral, su aleteo fue majestuoso. Aun me froto los ojos cuando llegamos al Admirals Arch, especie de ventana al mar, y encontramos cientos de focas y leones marinos apostados en la rocosa costa. La estampa de una foquita recién nacida tomando leche de su madre creo que nunca se nos olvidará. Tampoco olvidaremos cuando tuvimos que parar el coche pues varios Emus estaban cruzando la carretera (varias veces lo tuvimos que hacer ante el incesante tráfico de canguros).
Me he centrado en la fauna en este escrito por lo novedoso que es para mí ver tantos animales en su hábitat natural. Si bien, también lo podría haber hecho en la fauna, geología, relieves… lo dejaré para otra ocasión.