Hola de nuevo,
Estas imágenes me
sirven para ilustrar lo que fue nuestro viaje a Nueva Zelanda, el cual tuvo
lugar durante las pasadas Navidades. Todo comenzó precisamente el día de
Navidad, día en el que volamos destino a Auckland dejando atrás una desolada
Adelaida ya que todo el mundo celebraba en sus casas la citada efeméride.
Lluvia y viento nos recibió y ya no nos dejó, con la salvedad de unas dosis
diarias de sol que nos permitieron andar y fotografiar. Este viaje suponía mi
vuelta a un sitio que llevaré siempre en mi corazón, no obstante viví allí 4
intensos meses en el ya lejano 2008. Comenzamos por el Norte, visitando una
zona que no tuve oportunidad de explorar previamente: Coromandel Península. La
verdad es que fui espoleado por las opiniones de algunos locales los cuales
afirmaban que en esa zona se encontraban las mejores playas de Nueva Zelanda,
lo que para mí es mucho decir. Una vez visitada puedo corroborar esas
afirmaciones. Si bien, no solo hablamos de playas, hablamos de pueblecitos
pintorescos, de un bosque subtropical que se mezcla con la arena, de excelente
comida… La visita fue rápida puesto que 3 días después de nuestra llegada, cogíamos
otro avión que nos dirigía a la isla sur, concretamente a Christchurch, quizás
conocida porque fue asolada por dos terremotos consecutivos hace bien poco.
Cierto es que me impactó ver la condición en la que se ha quedado la ciudad,
sobre todo porque tuve la oportunidad de conocerla antes. De los edificios que
conformaban el centro quedan bastantes pocos puesto que fueron destruidos, y si no dañados lo suficiente como para
justificar su demolición. El símbolo de la destrucción es la catedral, la cual
perdió su torre principal, la cual era referencia de la ciudad. El aspecto que
presentan algunas casas (puertas abiertas, cristales rotos, estanterías
repletas de libros) te transmite que la gente prácticamente las abandonó con lo
puesto y sin esperar a una posible reconstrucción. Síntoma evidente de los
rigores de la actividad de nuestro planeta es el aspecto de muchas de las
calles y carreteras, los cuales parecen que han sido moldeados cual plastilina.
Nuestro paso por Christchurch solo duró una noche, transcurrida la cual nos
dirigimos hacia la costa Oeste a través del Arthur Pass. La isla sur de Nueva
Zelanda está físicamente cortada por la mitad (de Norte a Sur) por una tremenda
cadena montañosa (la cual se eleva año tras año) culminada por el Mount Cook,
con más de 4000 metros. Esta cadena montañosa genera pocos resquicios, en este
caso valles, para atravesarla, uno de los cuales es el citado Arthur Pass. La
presencia de esta mole y debido a la intercepción de nubes provenientes del océano,
genera lluvias constantes en la fachada oeste (hablamos de una media de
6000-8000 litros anuales, con máximos de hasta 12000-14000 litros) y una tremenda aridez en la este, la cual
apenas recibe algo más de 300 litros anuales. Esta circunstancia genera uno de
los mayores contrates ambientales que yo experimentado en menos distancia. De
la sequedad de Christchurch pasamos a la exuberancia de Hokitika (costa Oeste).
La carretera de la costa Oeste es una de las más interesantes de Nueva Zelanda
puesto que en un corto espacio de tiempo puedes ver inmensos bosques de
helechos, ríos y cascadas, playas paradisiacas, glaciares… como el Franz Josef,
el cual tuvimos la oportunidad de visitar quedándonos con un poco de
preocupación debido a su alarmante retroceso. La carretera de la costa Oeste nos llevó hacia
Haast y de ahí a un pequeño puerto donde literalmente se acaba la carretera,
llamado Jackson Bay, lugar donde pernoctamos en nuestra auto-caravana durante
el 31 Diciembre, disfrutando de un menú compuesto por sopa de sobre con
picatostes y ensalada murciana, todo regado por abundante lluvia. De Haast
fuimos a Wanaka, atravesando una de las zonas más espectaculares de Nueva
Zelanda pero de la cual no pudimos disfrutar mucho por la intensa lluvia. De
Wanaka hacia Te Anua parando por Queenstown, auténtica joya del sur. Pero no pernoctamos en Queenstown, sino en
Glenorchy, lugar que ha servido como escenario natural para El Señor de los Anillos.
Nos despedimos de sus azules lagos para dirigirnos hacia Milford Sound, puede
que el lugar más visitado de Nueva Zelanda. La carretera que va desde Te Anau
está plagada de sorpresas naturales y el tiempo cambia sin avisar. Lo cierto es
que salimos con sol, pero las nubes y la lluvia fueron ganando terreno. Cuando
llegamos a Milford Sound la visibilidad era prácticamente nula y nos conformamos
con ver unas fotos en el café aledaño. Eso sí, la travesía fue inolvidable,
sobre todo por las cascadas y ríos cargados de agua que jalonaban el camino.
Nuestro viaje
prácticamente tocaba a su fin, pero aun tuvimos tiempo de visitar el Mount Cook
desde su cara este. El paisaje no podía ser más bucólico pues era un día
soleado y un inmenso lago azul, con flores de decenas de colores a sus lados,
dejaba entrever en el horizonte inmensos picos nevados. Tras visitar brevemente
un glaciar que sirve de antesala al techo de Nueva Zelanda, emprendimos nuestro
camino de vuelta a Christchurch desde el cual volamos a Auckland y de ahí a
Adelaida. Fin del viaje, el cual no hizo más que confirmar mi predilección por
Nueva Zelanda. Una pregunta se plantea y es si me gusta más Nueva Zelanda o
Australia. Creo que es una pregunta que no puedo contestar quedándome con una
opción sin poner condiciones, cual madre cuando se le pregunta por sus hijos.
Creo que ambas, Nueva Zelanda y Australia, tienen atributos que las hacen ser
especiales, ambas poseen ambientes extremos y lugares de inusitada belleza.
Nueva Zelanda es, en general, más verde y azul (vegetación y agua) y los
contrastes se dan en menor espacio. Australia es gigante, descomunal, mucho más
arida, engrandecida precisamente por esta magnitud sin olvidar a sus animales,
auténticos protagonistas de este territorio que hemos aprendido a querer como
si formáramos parte de él desde el principio de nuestros días.
Martín.