Volví a Europa, pero
de manera esporádica. Visité varios de los países que la conforman: Suiza,
España, Inglaterra, Escocia e Irlanda. ¿Los motivos? La verdad es que me
sobraban, y fueron bien diferentes. Comencé en Basilea, lugar al que acudí para
asistir a un congreso. Aun confundido por el jet lag, la ciudad me sorprendió
con su trato preferente al ciclista y al peatón, algo tan caro de ver en este
mundo de prioridades invertidas. Resulta muy gratificante y lógico el hecho de
hacer acto de presencia en una intersección con una bicicleta que podía tener
más años que yo y que los coches se pararan bastante sin ni siquiera llegar a
inquietarte. También me gustó su ubicación geográfica, a caballo entre Francia
y Alemania, de hecho no es difícil estar en 3 países en la misma tarde
valiéndote solamente de una bicicleta. Supongo que los lugareños estarán
acostumbrados, pero no es el caso del servidor, y más después de vivir en
Australia donde tienes que recorrer grandes distancias para asomarte a otro
país. Del orden y el frío pasé a la espontaneidad y el calor de una Comunidad
Valenciana que me recibió con unos más que agradables 26 grados y con una brisa
marina que me trajo a mi mente los más gratos recuerdos. Del desayuno en una
terraza del Raval ilicitano pasé al fresco de ese Mar Mediterráneo en proceso
de atemperarse. No tardé en llegar a mi pueblo, donde la desaparición del sol
me recordaba los rigores climáticos de la zona en la que me encontraba (el
Altiplano). Esta fue la estancia del intercambio, de ideas y de vivencias a
través de los múltiples encuentros con mis seres queridos. La sensación que me
llevo es difícil de expresar, de hecho he esperado un tiempo para poder
ordenarme mis ideas, las cuales aun revolotean en mi mente. Me refiero en este
caso a la situación política, económica y social que España ha vivido durante
los, ya largos. Últimos 6 años y que no puedo obviar. Nos cuentan aquellos que
dicen representarnos que estamos mejorando, que ya se ven los brotes verdes.
Pues bien, mi impresión es que el citado brote apenas asoma desde el suelo, nos
mienten pues, bueno, no nos dicen la verdad. Es cierto que estamos mejor que
antes en términos macroeconómicos, básicamente porque peor es bastante difícil
estar. Una vez que se toca fondo no se puede llegar más abajo. Sin embargo, esa
mejora no le llega al ciudadano de a pie, los beneficios se lo llevan los de
siempre: las grandes empresas y los bancos, siempre amparados por los políticos
de turno. Esta crisis ha supuesto en un recorte brutal en los derechos
laborales y sociales de los trabajadores, derechos que costarán mucho en ser
recuperados. La brecha social (diferencia entre los ingresos de los más ricos y
los más pobres) se acrecenta a pasos agigantados. Por no hablar del estado de
la educación, investigación, medio ambiente y cultura, los cuales se están
viendo relegados a un más que discreto segundo plano cuando deberían ser los
auténticos protagonistas del desarrollo del país y del tan ansiado cambio.
Dicho lo cual, también percibí una vertiente positiva, la de la gente, la de
las personas individuales que hacen lo posible por salir adelante. Ya lo tenía
claro pero esta crisis está demostrando lo capacitada que está la sociedad
española. Lo veo en España y lo veo fuera de ella, donde siempre encuentro
españoles altamente cualificados y que no tienen que envidiar a nadie. Además,
creo que es una sociedad tolerante y madura. Me gustaría saber lo que pasaría
en otros países con un 25% de paro. También estoy volviendo a ver muchos
movimientos asociativos y colectivos que habían desaparecido con los años de
bonanza. Me refiero a cooperativas de consumo, a un sinfín de asociaciones, a
sistemas para compartir vehículo… Del mismo, modo observo cómo, en muchos
lugares, se ha vuelto a las labores tradicionales (coser, cultivar, trenzar,
conservar…) entendidas como formas de ganarse la vida. Esta vertiente positiva
me llena de esperanza puesto que es, precisamente, en la que más creo. Me
refiero al poder que tiene la gente, al poder de la suma de los esfuerzos
individuales, el colectivo. El problema es que nos han ido limando poco a poco
esa idea de que la unión hace la fuerza, apostando por una sociedad individualista
y egoísta situando al dinero en la base. Creo que es el momento de volver a
conectarnos y volver a creer en nosotros ya que, como he dicho, nos sobran los
motivos para creer.
Atrás quedó España,
de la cual me marché triste pero esperanzado. Me dirigí a Escocia, en concreto
a Aberdeen. Sin embargo, en el camino hice escala en Manchester para visitar a
mi primo que, junto con su esposa e hija, viven allí desde hace un tiempo.
Apenas estuve un día y medio pero me llevé una muy grata sensación, al menos del
suburbio donde residí, el sureño suburbio de Didsbury. El colofón lo puso
nuestra visita a un Bar de Tapas con solera ya en la escena de Manchester,
hablo del Bar San Juan, regentado por Juanjo, un Yeclano ilustre. Aun
digiriendo las patatas con mojo, tome rumbo a Aberdeen. De nuevo, estuve apenas
2 días, tiempo que aproveché para visitar el centro de investigación James
Hutton. La ciudad es gris, como el granito de sus alrededores, pero el entorno
y la gente son fabulosos, de hecho no debe pasar mucho tiempo hasta que vuelva.
De nuevo me embarque en un avión, esta vez rumbo a Dublín. Ya había estado
antes cerca de allí, en concreto en Belfast (Irlanda del Norte), y me llevé una
muy grata impresión. Esta vez no fue menos. De Dublín viajé al sur, hasta Wexford,
donde mi jefe en Australia, el cual se encuentra trabajando en su país
originario por 3 meses, me esperaba. En este caso estuve un poco más tiempo,
casi 4 días, tiempo que dediqué de nuevo a visitar un centro de investigación,
TEGASCE, pero también a conocer esa parte del mundo. La impresión no puede ser
más grata en todos los sentidos: belleza arquitectónica, natural, comida, gente
y cultura. A eso también influye el hecho del enorme trato recibido por parte
de mi jefe, gracias Mike.
Y colorín, coloreó,
este viaje se acabó. Tras más de un mes viviendo muy diversas aventuras volví a
mi casita de Australia donde mi querida Sabela me esperaba. La verdad es que la
experiencia ha sido increíble, pero también lo está siendo la del día a día
aquí en Australia. Ya no es solo el país, que es precioso, y que tiene un
estilo de vida que me apasiona, es la gente, gente que, provenientes de
distintos países, comparten sus vivencias con las tuyas, lo cual me hacen
sentirme un privilegiado.
Martín.