lunes, 26 de diciembre de 2011

jueves, 27 de octubre de 2011

De barbacoas y fútbol: bienvenido a Australia!

Huele a primavera, el invierno se fue, y el camino hacia el verano deja a su paso un sinfín de olores, cantos, días de lluvia, frío, otros de sol, calor… Ya llevo aquí unos 50 días y la verdad es que me encuentro cada vez más a gusto, lo cual no quiere decir que no eche de menos lo que vale la pena y que deje de ensalzar la figura de un país como España que está pasando un mal momento pero que se recuperará pues condiciones le sobran para ello. Mi tiempo aquí desde la última vez que escribí ha sido tranquilo, alegre y productivo. A pesar de que estamos poco tiempo, creo que estamos integrados en la vida Australiana, de hecho ya llevamos unos cuantas barbacoas a nuestras espaldas. La barbacoa (o Barbie como dicen aquí) es el acto social por antonomasia de los aussies, es el evento que reúne a familiares y/o amigos ya sea para celebrar un cumpleaños, una noticia importante, la inauguración de una casa, lo que sea… como pasa en mi pueblo con las “gachasmigas”, lo de menos es lo que se come, lo importante es el acto social en sí. Preparar la barbacoa (aquí suelen ser de gas), la carne, ver que ha traído este o aquel, opinar acerca de si está muy hecha la carne o no… todo forma parte de un ritual que los aussies aman con pasión. Os cuento una anécdota a propósito de las barbacoas. El otro día acudimos a una en la que se celebraba el 50 aniversario de un amigo. Un extraño hombrecillo alemán nos dirigió a Sabela y a mi al aseo junto con otro hombre de bigote. Cerró la puerta para nuestro asombro y el hombre de bigote sacó un tubo de madera que muchos de vosotros conoceréis: el Didjeridu. El hombrecillo alemán nos condujo allí pues sabía que éramos nuevos por estas tierras y quería que conociéramos el sonido de este instrumento aprovechando la acústica de una habitación cerrada (también hay que decir que en la fiesta había una banda tocando y el ruido era más que evidente). El hombre del bigote nos contó, cosa que yo no sabía, que es el instrumento más antiguo que existe en la tierra. Su sonido es indescriptible y es utilizado por los aborígenes en sus rituales. Tras esta experiencia y también otras vividas vino a mi mente la famosa frase “Solo se que no se nada”. Esa fue precisamente la sensación que tuve de desconocimiento ante lo que ocurre en cada rincón de este vasto y apasionante planeta Tierra.

Durante este tiempo también hemos celebrado mi cumpleaños (sí, ya pertenezco al selecto club de los treintañeros), hemos comprado una paella (devoción es lo que siente el pueblo australiano por este delicioso manjar) y hemos visto la final de la liga de fútbol australiano. Me detengo de nuevo en este punto pues el fútbol australiano (Aussie rules) tiene una gran presencia en el día a día de esta nación y es parte indisoluble de la misma. Todo el mundo ve la final, no importa si es tu equipo o no, es otro acto social, un punto de encuentro, una escusa para ver a tus amigos… los supermercados tienen hasta ofertas especiales en carne para el partido¡ debido a que, por supuesto, en el descanso del partido se disfruta de una barbacoa. Sabela y yo la vimos en casa de Mike (mi jefe), el cual nos introdujo un poquito a este curioso deporte. El caso es que es un deporte muy auténtico y divertido, mezcla entre rugby y fútbol donde prácticamente todo vale y donde el objetivo es meter la pelota en una de las tres porterías de tu adversario (una grande central y dos pequeñas laterales).

Asimismo, y lo que a escapadas se refiere, tuvimos la oportunidad de visitar Clealand Wildlife Park , compartiendo nuestra tarde con canguros, diablos de Tasmania, Emus, Wombats, Pelícanos, Koalas, dingos…otra mañana visitamos Hahndorf, un pueblecito en la media montaña que rodea Adelaida y que ha sido habitado por inmigrantes alemanes, lo cual queda patente en la arquitectura de sus casas. El domingo pasado acudimos a un destino frecuente para los habitantes de Adelaida como es Victor Harbor, el cual esconde un secreto precioso, como es Granite Island, a la cual se accede desde el pueblo a través de una pasarela para peatones de aproximadamente un kilómetro que se adentra en el Índico.

Incorporo una breve sección como es el noticiario, esto es, un repaso a los temas candentes o de debate en Austrlia o que me han parecido curiosos: la visita de la reina (les da un poco igual), el encarcelamiento de un joven australiano de 14 años en Bali por comprar marihuana, las inundaciones en Bangkok, la victoria de Nueva Zelanda en la copa del mundo de rugby (no lo ponen mucho pues ganó a Australia en semis), la propuesta de regular más que se come y cuanto en los “Fast restaurants”, el reconocimiento de la labor de los campesinos, la subida del precio de la electricidad, etc.

Desde la primavera austral poco más que pediros que disfrutéis.

Un saludo,

Martín.

Granite Island and Victor Harbor





Cleland Wildlife Park





jueves, 6 de octubre de 2011

VISITA

Hola de nuevo,
Escribo esta vez para informar de que a partir del 5 de Diciembre hasta el 24 tendré visita por parte de mis primos Juan China, Carolina y su hija Valenchina Zafrilla. Lo digo porque me cogeré vacaciones para enseñarles Adelaida y sus alrededores y para hacer algún viaje. Si alguien está interesado, puedo proporcionaros sus coordenadas por si queréis venir en el mismo vuelo y sumaros a las actividades que se desarrollen.
Saludos.

sábado, 24 de septiembre de 2011

BIENVENIDO A AUSTRALIA

Se repite la situación: nueva casa, costumbres, vivencias… en esta ocasión lo cuento desde una bonita ciudad llamada Adelaida, situada en el estado de Australia del Sur.

No quería proseguir sin antes disculparme por el retraso en comunicar noticias o en proceder a contestar alguno de los mails que me habéis enviado, la verdad es que han sido dos semanas muy intensas. Dos semanas (más algunos días) que comenzó un soleado martes de septiembre en la estación de autobuses de mi querida Yecla, cogiendo el “coche de línea” que hace la ruta entre la citada localidad y Valencia. Al día siguiente tomé otro autobús, este aéreo, que bajo el arpa de Ryanair me llevó hasta Londres. Ocho horas más tarde de mi llegada, y tras el preceptivo cambio de aeropuerto, comenzaban las 13 horas que separan Londres de Singapur, ciudad a la que llegué jueves por la tarde. Singapur nos recibió con una humedad casi asfixiante y temperaturas máximas de 30 grados y mínimas de 29. La verdad es que es una ciudad que me sorprendió, escrupulosamente ordenada y moderna, con unos edificios que se funden (o más bien confunden) con el cielo y con una mezcla de nacionalidades (sobre todo asiáticos) digna de admirar. Es un país hecho por y para el negocio y el consumo, de manera que aquellos que busquen esto tienen en Singapur su mejor aliado. El viernes por la mañana, tras no haber dormido casi nada debido al jet lag y a las condiciones ambientales reinantes en Singapur, tomamos un avión que tras un trayecto de unas 8 horas nos dejó en Australia, concretamente en Perth. Ese mismo día teníamos planeada nuestra llegada a Adelaida, pero el vuelo se canceló y pernoctamos en Perth, ciudad que, dicho sea de paso, no despertó demasiado la atención del cansado viajero. Otra noche sin dormir mucho, esta vez lo atribuyo casi enteramente el jet lag puesto que nos acostamos sobre las 11 de la noche pero a eso de las 3.30 ya estábamos “sinsoleta” (Disla, P., 2010) debido a que nuestro cuerpo creía que habíamos “echado” una larga siesta. El caso es que esa mañana (sábado) cogimos el vuelo definitivo que nos dejó en nuestro destino final, Adelaida.

Adelaida nos recibió con lluvia y bajo ella, el gran Pablo, un inmigrante yeclano que llegó a tierras australianas hace unos 50 años y que, junto a su mujer Ana, nos ha tratado como a unos hijos. La verdad es que les debemos mucho pero me temo que no podremos llegar a devolvérselo. Pasamos una semana en su casa, tiempo que aprovechamos para la búsqueda de casa, para comenzar mi trabajo, para abrir una cuenta en el banco, conseguir una bicicleta… y para que Pablo y Ana nos iniciaran un poco en la cultura australiana. Desde hace una semana estamos en el que va a ser nuestro alojamiento definitivo, una casa preciosa en el sur de la ciudad que compartimos con su dueña, una encantadora mujer de Liverpool que llegó hace muchos años a Australia y que vive con su hijo. La verdad es que hemos tenido mucha suerte pues la casa no es cara para los precios que se pagan y está muy cerca de mi trabajo y de una parada de tren que te deja en 15 minutos en la ciudad, lo cual es mucho decir puesto que Australia sigue el modelo americano de crecimiento en superficie por lo que casi todo el mundo vive en casas unifamiliares y las distancias son enormes. En cuanto al trabajo, la verdad es que tampoco me puedo quejar, mi supervisor es una persona encantadora la cual, en el poco tiempo que estoy aquí ya ha tenido tiempo para invitarme a cenar, a tomar una cerveza, a dejarme su bici y a tratarme como un amigo, razón por la cual solo tengo palabras de agradecimiento hacia él. Pero no solo es él, la verdad es que el grupo de trabajo es fenomenal y me han tratado magníficamente desde que llegué. Además, el lugar donde trabajo (CSIRO) está situado en un enclave mágico, al lado de la montaña, donde no es raro que bajen Koalas pues está lleno de eucaliptos, aunque según dicen los lugareños no se suelen mover mucho pues no es mucha la nutrición que reciben y cualquier movimiento debe ser convenientemente justificado.

Una vez descritas mis dos primeras semanas, paso a relataros mis primeras sensaciones aquí (aunque, atendiendo a vuestras peticiones, brevemente, jaja). Lo que más destacaría es la gente, precisamente lo más importante. En general son muy hospitalarios, atentos, amables y educados, lo cual tiene relación con ese pasado común de inmigración que todos tienen, bien directamente o a través de sus padres o abuelos. Es precisamente este hecho el que configura el puzzle de nacionalidades que supone Australia, uno de los aspectos que más destacaría de este país. Aunque no es el hecho en si de acoger muchas nacionalidades lo que resulta extraordinario, sino la excelente convivencia que existe entre las mismas. Hablando de religión, te puedes encontrar en una calle una iglesia protestante, y en la siguiente otra ortodoxa, y así sucesivamente con anglicanas, mezquitas o centros budistas. La naturaleza es extensa, siempre exuberante e imponente: los árboles son enormes, los pájaros tienen los colores y cantos más raros que nunca he visto y oído, aquí encuentran los mayores cocodrilos, los animales más venenosos… todo es a lo grande, incluida la extensión de sus ciudades, y esto creo que es lo más negativo puesto que las distancias son enormes y el coche es el auténtico amo y señor. Esto no solo se traduce en mayor consumo de gasolina sino que también supone la destrucción de hábitats valiosos, fragmentación del paisaje, mayor consumo energético, mayor dificultad para la recogida de residuos y distribución de agua y energía… así como algo que no se suele tener en cuenta como es el hecho de que la comunicación entre la gente se reduce pues es mucho más difícil coincidir.

Me despido hasta la próxima que seguro que tendré más argumentos para defender lo que pienso y os podré proporcionar fotos más bonitas y variadas. Un abrazo. Martín.

Alrededores de Adelaida y Singapur