martes, 30 de septiembre de 2008

Nueva Zelanda: un país de contrastes

Para no faltar con mi cita puntual con la verdad, no se muy bien por donde empezar pues es tanto lo que quiero transmitir que fallo en el intento. Bueno, haré lo que pueda desde esta ventana discreta, la cual abro de cuando en cuando para acercaros un poquito de mis vivencias. Como comenté en un pasado no muy lejano, este fin de semana ponía rumbo zona central de la Isla Norte. Para ello alquilé un coche (la verdad es que aquí sin coche haces poco, ya que las ciudades son meros dormitorios excepto algunas excepciones como Wellington y para llegar a los sitios interesantes la verdad es que lo necesitas), lo cual supuso la primera novedad, papeles cambiados, todo a la izquierda. No me costó tanto el hecho de ir siempre por mi siniestra como acostumbrarme a tener el cambio de marchas en ese mismo lado, o los intermitentes también en el lado cambiado (la primera hora estuve cambiando de carril accionando el limpiaparabrisas, jaja). El destino era Rotorua, previo paso por Taupo. Bueno, lo primero que hay que decir, es que estamos en una zona donde la actividad geotérmica es más que evidente, conformando una de las zonas más activas del mundo, fruto del roce (el cual hace el cariño) entre las placas Pacífica e Indo-Australia, por ello no es raro sentir pequeños terremotos y encontrar volcanes así como todo tipo de manifestaciones y de testigos que de ellos se derivan.
Como siempre aquí en NZ, los pastos se sucedían sin descanso, donde las ovejas a pesar de ser la especie dominante, dejaban hueco a las vacas, incluso a caballos. Tampoco resultaba raro encontrar campos de golf (de los que no se riegan) donde las ovejas hacían las veces de banderines móviles. Entre los pastos, de vez en cuando se atravesaba algún denso bosque, donde el sol echaba horas extras para llegar a la superficie. Toda esta carrera de relevos entre pastos, zonas agrícolas y bosques la rompió bruscamente los límites del Tongariro National Park con su imponente y muchas veces cerrada al tráfico Desert Road. Hasta este punto, la abundante lluvia media dejaba al verde como auténtico protagonista, sin embargo, la carretera del desierto abría un amplio abanico de grises y marrones, culminado por el blanco de las cumbres que forman parte del PN. Los paisajes me recordaban a mi querida sureña Almería, con una especie de esparto como prácticamente único testigo vegetal así como lomas desnudas y desprotegidas, el espectáculo era majestuoso, sobre todo por la magnitud del cambio en la corta distancia, siendo esta una de las señas de identidad de este país: los cambios, los contrastes, la diversidad. Como si de una carrera de relevos se tratara, los verdes de la vegetación y los azules de ríos, lagos y charcas volvían a ser nota predominante una vez atravesada la carretera del desierto. Taupo nos recibió con el lago que lleva su nombre (lago más grande de NZ), bordeado por una serpenteante carretera donde las paradas eran más que obligatorias. Desde Taupo a Rotorua, tuve la oportunidad de ver cosas preciosas, pero lo que sin duda mas me sorprendió fue la impresionante actividad volcánica, presente en cada rincón de esta región. Fruto de esta actividad hay un permanente olor a huevo a podrido, cuyo responsable es el ácido sulfhídrico que emana de los innumerables cráteres y fumarolas que salpican la zona. La primera vez que se presentaron ante mis ojos las emanaciones, pensaba que estaba ante un incendio, pero no, todo formaba de la actividad interior presente, y de que manera, en el exterior. Para ver todo esto de cerca, nos acercamos a Wai-o-Tapu (sur de Rotorua), donde tuve la oportunidad de ver con mis ojos todo lo que has leído en los libros pero que nunca has tenido la oportunidad de presenciar, el espectáculo era fascinante: geisers, lodos y aguas ebullescentes, nubes de vapor por todos lados, infinidad de colores dados por los distintos minerales aflorados en superficie… en definitiva, un deleite para los sentidos. Para finalizar mi estancia en Rotorua, fui a unos baños al aire libre con piscinas a distintas temperaturas desde los 35 a 40 grados, una gozada, si bien, el cambio de una piscina a otra era duro pues hacia viento y estaba nublado, que vida mas complicada esta.
La vuelta la hicimos por otro sitio, por recomendación de los lugareños, pudiendo realizarse un símil con el trayecto de Hécula a Elche, el cual se puede hacer por Villena o bien por Pinoso, con una pequeña diferencia horaria, pues tardé 7 horas en llegar a Wellington, las cuales se me pasaron sin darme cuenta. Pues bien, este trayecto de vuelta fue igual o mas espectacular que el de ida, con paisajes agrícolas y pastos interminables y perfectos, que bien valen una postal, o mejor, un cuadro., mezclados con bosques exuberantes, casas idílicas, ríos, lagos… lo mejor fue cuando sin previo aviso aparece ante mi el inmenso Océano Pacífico, pero es que giro mi cabeza hacia la izquierda y se levanta ante mi el Mt Taranaki (volcán perfecto, típica montaña que todos hemos dibujado de pequeño, con su cumbre nevada) que la tierra se había encargado de introducir aguas adentro por medio de una península. Toda esta decoración se encontraba iluminada por un sol un sol radiante, con una luminosidad e intensidad desconocida para mi... la situación hizo que me quedara un par de minutos sin reacción, tan solo la de observar el fastuoso espectáculo.
En fin, que no os aburro más con mis historias. He resumido tanto como he podido, intentando transmitir, aunque sea imposible, parte de lo que he sentido este fin de semana, para lo cual las fotos me van a ser de gran ayuda. De lo que estoy seguro es de que esto es lo más bonito que he visto en mi vida, y que nunca pasara al olvido, puesto que los recuerdos son imborrables, y mas estos, que son de aquellos que dejan huella.

Rotorua-Mt Taranaki








Desert Road-Taupo-Rotorua






HAKA

Este video es una muestra de la Haka, danza tribal Maorí, espectáculo al que tuve la oportunidad de acudir. Asímismo, también pude degustar el plato típico maorí, el Hangi. Para hacerlo se excava un hoyo, se ponen rocas incandescentes y sobre ellas los ingredientes (carnes y verduras) metidos en una especie de canasto cubierto con telas y tierra por encima de estas.

lunes, 15 de septiembre de 2008

NAPIER






BELLEZA NO DISIMULADA

Es en días como el de hoy donde uno se siente satisfecho y realizado, las cosas tienen el sentido debido y es cuando los esfuerzos realizados reciben una recompensa. A lo largo de mis contados pero extensos comentarios he dejado en el aire una sensación de felicidad contenida y de pretensiones no completadas. Me explico, cuando llegue aquí inevitablemente tendí a comparar con mi anterior estancia en París, si bien, se trata de dos situaciones para nada comparables. Aquí llegue en Invierno, a la otra parte del mundo, rodeándome de gente que no iban en el mismo plan que yo (es decir, una corta estancia), gente a la que no sabes muy bien como tratar ni como te van a tratar a ti por el completo desconocimiento de sus formas de actuar, vivir, relacionarse, etc., todos estos condicionantes hacen inevitablemente que el conocimiento no solo de la gente sino también de los sitios sea mas complicado. Pero una vez que llevas aquí, como es mi caso, un mes y medio, aprendes un poco a conocer esto, a la gente, a sus costumbres… ellos también se acercan mas, te preguntan, incluso los mas osados te invitan a salir con ellos (después de mes y medio, igualito que es España, jeje). La verdad es que estos kiwis son de lo mas raros, será momento de hacer balance cuando me vaya, pero de momento pienso que son una sociedad de contrastes, contrastes muy fuertes, no siguen una línea mas o menos coherente de pensamiento y actuación, se guían mas bien por instintos. Tampoco resulta raro, pues bien hablamos de un país con una historia que no llega a los 200 años. Esta falta de coherencia se demuestra, por ejemplo, en algunos discursos radicalistas ecológicos absurdos cuando al mismo tiempo no separan la basura, van en coche a todos lados y no tienen reparos a la hora de gastar energía. Esta gente vive feliz, no tienen preocupaciones, aquí nunca pasa nada, en parte los comparo con los marroquíes para los cuales la prisa mata, pues aquí parecido, se toman la vida con mucha tranquilidad, y eso me gusta. Tienen cosas buenas de los países occidentales como es la organización, si bien, vicios como la feroz competencia o el egoísmo no existe en su forma de actuar. Si bien, al mismo tiempo, esa burbuja en la que viven esta envuelta de hipocresía, pues no les importa mucho lo que pasa en otras zonas del mundo donde la gente no es tan privilegiada, zonas inmersas en guerras, contaminación, falta de recursos… como dije, en los periódicos (muy amarillos la verdad) no se saca lo que pasa en el mundo, solo aparece lo que de alguna manera (al menos, eso piensan ellos) les puede afectar. O bien tonterías que en un periódico serio español no ocuparían ni un misero recuadro en la página menos leída. Al mismo tiempo, el otro día me decía mi compañera, que cuando los niños pequeños no se comen la comida le dicen que un niño de África vendrá y se la llevará, lo que digo, una gente llena de contrastes. Otro dato, muchos de ellos van descalzos por la calle, si, como suena, sin calcetines ni nada. Las calles están limpísimas, no ya por la limpieza, sino porque nadie tira nada. Al mismo tiempo, aquí no existe la moda, cada uno se pone lo que le da la gana, razón por la cual no es extraño ver lentejuelas a medio día entre semana, combinaciones imposibles, etc. Pero no pasa nada, nadie te va a mirar, eso me gusta.
Una vez contadas una serie de cosas que me apetecía relatar por lo mucho que me sorprenden, paso a acercaros mis sensaciones vividas este fin de semana. El viernes puse rumbo a la costa Este de la Isla Norte, a las ciudades de Napier y Hastings. Estas ciudades fueron destruidas allá por 1931 por un tremendo terremoto. Fueron reconstruidas dándole un aire de Art-Deco. Sobre todo la primera, Napier, es una ciudad preciosa, volcada al Pacífico, con ese Art-Deco que impregna la práctica totalidad de casas del centro y con ese aire mezcla de ciudad residencial y agrícola que tan buena sensación me dejo. Resulto impresionante divisar Hawke Bay, en esta ciudad de jardines perfectos y simétricos, desde lo alto de un cerro, donde el Pacifico ofrecía una variada gama de azules, mezclados con el blanco de las nevadas cumbres y con el verde de los pastos. En general, Nueva Zelanda es un sitio donde parece que el tiempo no pasa, aspecto intensificado en los pueblos, pueblos como Napier o Hastings donde de verdad merece la pena vivir. Ambos pueblos comparten una extensa región agrícola donde el protagonista es el vino. Es la segunda región de Nueva Zelanda (después de Canterbury) en producción de vinos (sobre todo blancos, sin embargo, están empezando a hacer también tintos, si bien, yo no he probado ninguno aun que me haya conquistado). Pero lo que está claro que aquí lo bonito no son tanto las ciudades como los paisajes. Aun teniendo en cuenta que lo mejor esta por llegar (los entendidos dicen que la Isla Sur es mucho mejor) me parece que cualquier comentario vertido sobre Nueva Zelanda se queda corto. También puede ser que carezco de objetividad, puesto que los paisajes agrícolas son mi debilidad, si bien, hay ciertas cosas cuya belleza es inobjetable. En mi camino hacia Napier y Hastings, pase por una vasta zona agrícola y ganadera donde el verde de los pastos salpicado por algunas coníferas testigos de un extinto bosque, se mezcla el azul del agua y del cielo y con ese blanco grisáceo de esos 40 millones de ovejas que actualmente residen en Nueva Zelanda. La palabra impresionante pienso que se queda corta para reflejar, sin faltar a la verdad, la belleza de estos paisajes. Estos animalitos (acompañados por vacas, corderos y caballos) desafían la ley de la gravedad, cual olivos en Úbeda o en Jaén, trepando por pendientes que miran al cielo. Las zonas que sirven de pasto a los animales y de soporte para la agricultura, son el resultado de la batalla librada contra el bosque. Pienso que este país lo tiene todo para triunfar y para pervivir en el tiempo, sobre todo por sus innumerables recursos y fértiles tierras, si bien, queda claro que tienen que conseguir un equilibrio, equilibrio entre el desarrollo económico y social y la conservación del Medio Ambiente (lo que muchos llaman Desarrollo Sostenible). En este sentido, muchas alarmas se empiezan a encender, a pesar de la descarada juventud del país y de la poca gente que lo compone, solo espero que sepan enderezar el rumbo (como creo que lo están haciendo, si bien, también verteré mis comentarios al respecto cuando se acerque la hora de partir) en pro de un futuro prospero para este país y para su gente, irremediablemente ligado a un Medio Ambiente sano y duradero.